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Saqueamos, robamos, sin nada importar
Todos brindando yo-ho
Yo-ho, yo-ho pirata siempre ser.
Hurtos, estafas, toma lo que hay
Todos brindando yo-ho
Yo-ho, yo-ho pirata siempre ser.
Y somos tan malos como un huracán
Todos brindando yo-ho
Yo-ho, yo-ho pirata siempre ser.
Hemos querido comenzar de forma muy llamativa esta nueva entrega de Destilando Experiencias dado que prácticamente es una resurrección. Ron: cuando hablamos de este destilado a todos se nos viene a la cabeza el mítico y auto-corregido Capitán Jack Sparrow (producto de la Compañía Disney encarnado por Jhonny Depp) o, a los más puristas, otros míticos piratas como son Barba Negra, Anne Bonny (una de las pocas mujeres que empuñaron el timón), Barbarroja, Calicó Jack, Francis Drake, Morgan, entre otros (porque la lista es larga). Lo curioso es que no conocemos prácticamente nada de sus vidas, es más, pocas personas saben discernir entre si eran piratas o corsarios. Sin embargo, todos tienen una cosa en común: a todos nos los imaginamos con una botella de ron en la mano, con pata de palo, parche en el ojo y cara de malos (como canta el gran Sabina)… y cantando tonadillas como la que abre este artículo en una playa del Caribe.
Pero el Ron nace mucho antes de que se hiciera famoso en el Caribe Español (como lo llamaban). Elaborado a partir de la caña de azúcar, esta bebida llega al Mediterráneo en el siglo IV a.C. por Egipto algo que fue entrecomilladamente fácil por el hecho de que fuera un cultivo extendidísimo en Asia, independientemente de que su origen sea indio o chino (como pelean algunos entendidos de uno u otro bando). El caso es que las tropas de Alejandro Magno ya empezaron a investigar la elaboración de este brebaje y la colateral transformación de la caña de azúcar a través de unas técnicas milenarias que les llegó desde Bengala por la evaporación de jugo de caña. Tontos, la verdad ¡no eran!
Tras tres siglos de ciegos incuestionables ocasionados por este «prehistórico» ron, llega la época árabe a la historia de este destilado (dado que, repetimos, había llegado por Egipto) y comienzan a destilar caña de azúcar propiamente dicho… aunque todavía no se llamaría ni tan siquiera se aproximaría al Ron tal y como lo conocemos: recibiría el nombre de Arad. Y, a través del Mediterráneo, introdujeron la planta en Europa. El siguiente avance no se vio hasta 1470 en Venecia, cuando encontraron el modo de refinar el azúcar… aunque, en el continente, no lo veríamos hasta el siglo XVI.
Los españoles, mientras tanto, habíamos emprendido viaje hacia las Indias Occidentales, bajo la bandera de Cristóbal Colón. Y, a modo de experimento, enviaron las primeras cañas desde las Islas Canarias hacia ese Nuevo Mundo en el segundo viaje que el Almirante hiciera en 1493…ignorantes de que siglos después se convertiría en el mejor y mayor productor de Ron. Las plantaciones comenzaron a proliferar y, ese mismo año, Cristóbal Colón escribió a Fernando El Católico: «Mi Señor, la caña de azúcar que plantamos está creciendo bien y con éxito«.
Como a todos cuando vamos al Caribe, el clima tropical le sentó de lujo a la planta ¡no es de extrañar!… y los cañaverales se comenzaron a expandir. Normalmente, la caña se trituraba para obtener su zumo y después se cocinaba para producir cristales de azúcar destinados a cubrir la creciente demanda del viejo continente. Tanta fue la evolución, que la cunyana (aparato indígena para estos menesteres), se sustituyó por los molinos tirados por fuerza animal y, más tarde, por fuerza hidraúlica… hasta llegar a las centrales, como instalaciones más sofisticadas.
Pero no todo el monte es orégano. Toda esta maquinaria para desarrollar esta industria tenía mano aborigen hasta que fue sustituida por esclavos traídos de África. Aun arrastrando este lastre de trabajo forzado, en 1539 el sector estaba desarrollado y datado en una Real Orden de Carlos V en la que se relacionaban algunos productos de esta empresa como el azúcar blanco, cuajado y purificado, espuma, miel, remiel o azúcar refinado.
as cañas se exprimían para extraer el zumo para elaborar todos estos subproductos, pero el líquido excedente o melaza (palabra clave de este artículo y principal materia prima de prácticamente todos los rones actuales) se fermentaba. Y, como no podía ser de otra manera, ¡Habemus Ron!… aunque fue descubierto por un golpe de suerte. Cuentan las leyendas que un esclavo se bebió POR CASUALIDAD este fermentado y calló infatigablemente…borracho. Reconozcámolo, ¡tontos no somos pero los mayores descubrimientos han sido fruto de las más felices casualidades! Lo que si somos es listos para aprovechar las circunstancias y, por eso, los colonizadores supieron como sacar partido a tan feliz elaboración. Tanto que se comenzó a hablar en Europa de «una bebida fermentada que provocaba extraños efectos el buen hacer y el comportamiento de las personas» (¡Espíritu pirata en estado puro!… mal que les pese a algunos, a todos nos gusta su vicio).
Llegamos a la época que da nombre a este artículo. Los piratas se convierten en los principales comerciales de esta bebida, (al menos como se entendía en aquel entonces la palabra comercial). Y, tras varios devaneos por darle nombre a esta peculiar bebida como kill-devil, rumbellion, guildive o tafia… termina llamándose Rum, derivándose en el Rhum francés o el Ron español, en 1667 (aunque nadie sabe de dónde salió y comienzan a pulular chismes sobre si puede ser la última sílaba del nombre científico de la caña de azúcar: Saccharum Officinarum).
Lo más curioso es que el hecho de que se convirtiera en una bebida de piratas fue instaurado por el Almirante Penn, un inglés que instó a que su tripulación a que bebiera ron con zumo de limón todos los días para prevenir el escorbuto… no lo sabía, pero había inventado uno de los primeros primeros combinados de ron de la historia y una de los actuales cócteles base del ron. ¡Bendita la ignorancia de este bartender!
Se puede decir que contar la historia del Ron es contar la historia del Caribe: se convirtió en el licor por excelencia de Barbados y se comenzó a exportar a Europa convirtiéndose en uno de los pilares económicos desde las Antillas durante los siglos XVII y XVIII. Esta bebida también se exportaba a las colonias inglesas en los actuales Estados Unidos pero el consumo era tan sumamente insatisfecho que acabaron por construir sus propias destilerías en Nueva York y Nueva Inglaterra. Las importaciones que antes fueron de Ron, se convirtieron en melazas a pesar de que el 80% del producto se consumía en las colonias norteamericanas, y ¿qué hacían con los restos? pues como no podía ser de otra forma los enviaban a África a cambio de otros tesoros como, por ejemplo, oro, marfil o esclavos… ¡que en aquel entonces parecían estar muy cotizados!
Así la historia del ron fue pasando de unos a otros con una sucesión de avances tecnológicos que le hicieron acabar como el destilado referente del Caribe, bebida propia de piratas… y compañero inalterable del limón y el refresco de cola (entre muchísimos otros). A partir de este momento todo comenzó a ser un completo «toma y daca», con muchísimos trapicheos entre esclavos (llevados a las zonas despobladas para trabajos forzados en las plantaciones de azúcar) y melaza, que acababa convertida en ron, o cargamentos de ron directamente (que era utilizado como moneda de cambio)… no sin que supusiera una «pequeña» comisión por cada cambio de mano. Llegados a este punto, las colonias inglesas monopolizaron el negocio y comenzaron a crear destilerías hasta llegar a 150 en el año 1763… ¡se metieron caña, para que negarlo!
Hasta aquí la historia de hoy, tal y como me la han contado os la transmito, pero ahora toca «pirata siempre ser» con:
Industria Licorera de Caldas
Nos ha parecido interesante «re-inaugurar» con dos rones que se salen de lo convencional elaborados en Colombia. Tres de las principales características que los diferencian son que se elaboran con aguas procedentes de los Andes Colombianos con suelos volcánicos, se destilan a partir de miel virgen de caña procedente del Valle de Cauca en lugar de melaza y, por último, son envejecidos en barricas de roble blanco de Colombia.
Ya por la procedencia y materias primas tiene que marcar diferencias respecto a otros rones… así que ¡no nos esperemos un ron de Cuba! De todas formas, una característica inigualable es que su relación calidad/precio es incuestionable.
Ron Viejo de Caldas 3 años
Ron viejo un poco más alcohólico de lo que estamos habituados. Sin embargo, con una adecuada viscosidad en copa y cuerpo en boca, notas armónicas y profundas llenas de la tipicidad característica de las materias primas. En boca ligeramente mineral e interesante.
Ron Viejo de Caldas 8 años
Joyita colombiana muy a tener en cuenta. Como el anterior, sensación nasal algo más alcohólica (aunque nada preocupante). Maduro. Profundo. Sincero y muy complejo: amalgama de frutos secos garrapiñados y especias con fragante predominio de vainilla. Referencia intachable.
No podíamos cerrar este capítulo con un producto inferior a este «pedazo de ron»… de ahí que volvamos a:
Todos brindando yo-ho
Yo-ho, yo-ho pirata siempre ser.
Si te ha gustado este artículo recuerda que, más abajo, puedes disfrutar de otros que seguramente encuentres igual de interesantes… o eso espero, porque la verdad es que los hemos hecho con mucho cariño. Así que si quieres apoyar a Devinos con Alicia, déjanos tu comentario en el cajetín del final de página 😉
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Este artículo es original e inédito sin intereses publicitarios, la publicación de marcas o imágenes corresponde a exclusivos criterios informativos. Escrito para Devinos con Alicia Gastroblog©.
About Alicia Gómez
Periodista gastronómica made in Soria. Gastrónoma y wine-sake lover vocacional, entusiasta del marketing y comunicadora nata analógica, digital y personalmente, más aún si tiene que ver con la gastronomía o la vinicultura. En tiempos difíciles, ¡persigo sueños! Además de fundadora de este portal de noticias gastronómicas, soy creadora de la consultoría de gastromarketing, comunicación y eventos aliciagastromkt.com y de la academia en lengua española de marketing y comunicación gastronómica academia.aliciagastromkt.com. Especialmente sensibilizada con los aromas, sabores, texturas… y con hacerlos llegar a la totalidad de la población, porque creo que la gastronomía es otra vía más para conversar. Por ello, mi proyección de presente y futuro es la de unir estas grandes disciplinas ya sea en literatura, impartiendo un taller o cata o mediante estrategias para restaurantes y productores.
5 comentarios on “Ron, el vicio pirata”