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Hace unos meses, con la excusa de comer en Las Rejas, visité Las Pedroñeras. Una familia amiga de mi pareja, y a la que yo aprecio mucho, compartió mesa con nosotros en el restaurante de Manolo de la Osa. Fue durante la segunda sobremesa, ya en casa de nuestros amigos, donde no se paró de hablar de vino y gastronomía, y fue allí donde nuestro anfitrión manchego, que es un gran amante de la ciudad de Buenos Aires, me animó, ante mi próximo viaje a la capital argentina, a hacer un recorrido por alguna de sus pizzerías más emblemáticas y con más solera. Siguiendo sus indicaciones, así lo hice.
Una semana más tarde, ya en Buenos Aires, tras un ligero desayuno a base de fruta y café, y después de haber convencido a una buena amiga y compañera de trabajo de que viniera conmigo a hacer la ruta pizzera, nos pusimos manos a la obra: zapatos y ropa cómoda, gafas de sol, cámara de fotos y ¡a las calles!
La primera pizzería que visitamos fue «Banchero«. Elegimos el genuino local de La Boca, en el cruce de almirante Brown con Súarez (tienen otros dos locales más: uno en la Avenida Corrientes 1300 y otro en la Avenida Pueyrredón 123).
El italiano Agustín Banchero desembarcó en La Boca proveniente de Génova en 1892 y al poco tiempo de llegar fundó en la zona, junto a su hijo Juan, la panadería El Riachuelo. Fue aquí donde nació la “fugazza”, término genovés de focaccia. Es una base de pizza que ellos coronan con cebolla. En 1932, Juan inauguró la primera pizzería Banchero, convirtiendo la fugazza y la fugazzeta (doble masa de pizza rellena y coronada con cebolla) en dos de los grandes hits del local. En 2002, Banchero fue declarado por La Legislatura de Buenos Aires lugar de interés cultural. Por ella han pasado personajes de toda índole: políticos, artistas, escritores, turistas, etcétera. Historia aparte, deciros que es un local bastante espacioso, de paredes pintadas de colores y decoradas con fotografías de personajes ilustres que han pasado por allí, larguísima barra donde comer a base de porciones o esperar a recoger tu encargo y horno a la vista.
Pedimos para beber unas cervezas, que nos sirvieron acompañadas de un aperitivo a base de patatas chips y frutos secos. A continuación llegaron nuestras pizzas. La famosa fugazza y faina rellena de mozarella (pizza hecha con harina de garbanzos), ambas para compartir. De diez. ¡Qué masas tan ricas! Crujientes y esponjosas. De todas las que probamos ese día fueron, sin lugar a dudas, las dos mejores. Aparte de pizza, Banchero propone otros platos típicos de la cocina porteña: carnes a la parrilla, milanesa de ternera o de pollo, provolone, etcétera. Abre todos los días.
Cuando terminamos de comer, y aprovechando un día de sol resplandeciente, nos dimos un paseo por La Boca. Llegamos hasta Caminito, calle que es famosa por sus casas pintadas en colores vivos, sus restaurantes, sus espectáculos tangueros callejeros, sus mercaditos de arte y su ambiente animado y plagado de turistas. La Boca comienza a resurgir. Lucha por abandonar esa fama de barrio marginal para convertirse en una emergente zona de atractivo artístico y cultural. Merece la pena acercarse hasta allí. Se ha convertido en uno de los barrios más representativos de la ciudad.
Finalizado el paseo decidimos coger un taxi para llegar a GUERRÍN, en Avenida Corrientes 1368. Eran las tres de la tarde de un sábado y en el local no cabía una aguja; tanto la zona de la barra como sus tres salones interiores, distribuidos en diferentes plantas, estaban abarrotados. Pero milagrosamente nos pudimos hacer con una mesa y dedicarnos de lleno a nuestro propósito del día.
En Guerrín puedes elegir entre más de cincuenta variedades de pizza y presumen de ser bastante generosos en cuanto a la cantidad de mozzarella con la que riegan sus pizzas. La elección es bastante complicada, pero nosotras elegimos la de verdura que era la que nos habían recomendado. Como nos ocurrió en El Cuartito, el camarero nos sugirió que acompañásemos nuestra pizza con un Moscato, pero finalmente nos decantamos por unas cervezas. No sé si fue porque Banchero sobrepasó con creces nuestras expectativas y esperábamos que Guerrín estuviese a su altura o porque pinchamos con nuestra elección, pero lo cierto es que esta pizza nos defraudó, y que me perdonen todos los porteños. Nos la sirvieron templada, pues la mozzarella no estaba del todo derretida, la verdura tiraba a insípida y la masa a gomosa. Lo curioso fue que todas las pizzas que veíamos servir a nuestro alrededor tenían una pinta fantástica. En mi próximo viaje a Buenos Aires le daré otra oportunidad y probaré su famosa fugazzeta rellena de jamón y queso o su famosa pizza de pimientos morrones. En unos meses os lo contaré, aprovechando la publicación de la segunda parte de este post.
LAS CUARTETAS,
Avenida Corrientes 838. Después de un corto paseo y con el estómago tirando a lleno, aterrizamos en Las Cuartetas. Dicen que era una de las pizzerías preferidas de Carlos Gardel y de las más frecuentadas por el público que acude a diario a cualquiera de los teatros que inundan la Avenida Corrientes. Es otra de las pizzerías más clásicas de la ciudad y, junto a Banchero, está declarada por la Legislatura de Buenos Aires lugar de interés cultural.
Tras una rápida ojeada, nos acercamos al horno de leña del que salía una pizza de mozzarella recién horneada y, sin dudarlo un instante, ordenamos una porción. ¡Eureka! Volvimos a acertar, y aquí tampoco escatiman en mozarella a la hora de elaborar sus pizzas. En Las CUARTETAS, la pizza se prepara generalmente al molde (masa gruesa y poco crujiente) aunque por encargo también las elaboran de masa más fina (masa media o masa piedra).
El local es bastante luminoso, está escasamente decorado y se divide en dos zonas: la extensa barra con mesas a lo largo de ella y un salón interior, más apropiado para familias enteras y grupos grandes.
EL CUARTITO
Calle Talcahuano 937. Y por fin llegamos a nuestra última parada. Entramos dudando si pedir una última porción de pizza, pero con las ganas de visitar uno de los templos pizzeros más famosos de la ciudad. Su estética es porteña a tope: paredes repletas de fotos de artistas, famosos y deportistas, aire nostálgico, televisor a medio gas, camareros uniformados en blanco y negro, y vitrinas con postres a la vista. Fue fundada en 1934 en un local mucho más pequeño que el actual y, tras años de duro trabajo, se mudaron al 937 de Talcahuano. Su secreto: ingredientes de primera calidad (mozzarella y salsa de tomate), agua filtrada (para quitarle algo de cloro) y azúcar para tostar la base de masa media. Es famosa por su fugazzeta y su moscato. Sus postres (flan y arroz con leche) son otro de sus puntos fuertes. Tienen servicio de entrega a domicilio y abren todo el día ininterrumpidamente de 12:30 p.m. a 01:00 a.m., excepto los lunes. Recalcar que el servicio es excelente.
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