Bentomiz: el paraíso existe

Es curioso las vueltas que da la vida: hoy aquí y mañana en Pekín. Eso es lo primero que pensé cuando conocí a Clara Verheij, propietaria de Bodegas Bentomiz. Una bodega más con Sabor a Málaga de las muchas que están en ese listado. Cierto era que venía avalada por Dolores Sánchez y eso siempre es señal de que algo bueno va a pasar.

Nuestra charla en Madrid Fusión fue breve pero intensa. Lo suficientemente breve y lo suficientemente intensa como para querer conocer más sobre su proyecto que, con la inestimable colaboración de André Both, su chico, han puesto en marcha en un pueblo que se llama Sayalonga. Dos «holandaluces» de Utrecht, como ellos se denominan, en el corazón de Málaga.

Bodegas Bentomiz

De camino a Bentomiz

El camino para llegar a la bodega es posiblemente el menos probable de tomar para cualquier turista, como era mi caso. Lo normal, a esa altura de la carretera es tirar para la playa, pero mis ganas de conocer estos vinos me llevaban justo al lado contrario. Antes de darte cuenta, empiezas a subir por una carretera de montaña desde la que estás viendo permanentemente el mar, a pesar de ir adentrándote en un paisaje agreste entre piedras y nísperos. Muchos nísperos.

Pasando Sayalonga, un pequeño cartel te informa que Bodegas Bentomiz está a unos metros, subiendo por una empinada carretera de tierra. La cosa empezaba a ponerse fea. Una carretera de tierra. Y, cuando menos te lo esperas, llegas al paraíso. Esa carretera desemboca en un imponente edificio de pizarra traída de India de dos alturas que, sin ser estridente con el paisaje, sorprende que algo así esté allí. Accedes con facilidad al parking y de lo único que tienes ganas es de salir del coche y respirar aire puro. La inmensidad de la sierra te hace sentir ínfimo. No sabes dónde mirar. Los olores a hierbas silvestres inundan tus sentidos. Quieres guardarte cada instante para que no se pierdan en tu mente.

Recorriendo los treinta o cuarenta metros que hay hasta el edificio tardas más de cinco minutos. La necesidad de disfrutar del entorno hace que tus pasos se hagan cada vez más cortos. Una vez en los pies del edificio, descubres que la planta baja está destinada a la bodega propiamente dicha y que guarda la maquinaria limpia e impoluta, dispuesta para lo que le toca en unos meses. Subimos a la planta superior y allí nos recibe Clara. Una sala ideal para prestar al cliente del restaurante un servicio personalizado: no más de seis mesas en el interior y otras tantas en una agradable terraza exterior.

Los vinos de Bodegas Bentomiz

Un espacio idílico para beber y comer

Ofrecen tres menús: tres pases, cinco pases y diez pases, debidamente acompañados por los vinos de la casa. Vino de la casa como Ariyanas seco sobre lías finas, que también se sirve en los menús de degustación de El Celler de Can Roca desde 2011. Vino de la casa como el Ariyanas Naturalmente Dulce 2012, galardonado por la Asociación Española de Periodistas y Escritores del Vino (AEPEV) dentro de la categoría de Vinos Dulces Naturales y Licorosos en 2019 o el Premio Sabor a Málaga al Mejor Vino Blanco Dulce Tranquilo con D.O. P. Málaga. O vino de la casa como David, donde se demuestra una vez más que, además de premios y menciones, eso de dentro de la botella tiene alma.

Una de las armonías de los vinos de Bodegas Bentomiz
Una de las armonías de los vinos de Bodegas Bentomiz

Y hablando de alma, llegamos a la cocina donde nos encontramos con André, el gran chef. Él es el encargado de crear arquitecturas, que de eso sabe mucho, pero emplatadas. Esos edificios comestibles que, cuando llega al comensal, destroza para mezclar y deleitarse con aromas, sabores y texturas. Aquí, el kilómetro cero es el origen, pero trae hasta este rinconcito del mundo esos productos que él sabe que crean armonías para el perfecto ensamblaje, vengan de donde vengan.

Clara y André. André y Clara. Tanto monta, monta tanto. Mano a mano, ofrecen un despliegue de sensaciones, donde lo emocional está a flor de piel que, unidas a su ubicación privilegiada, no te dejará indiferente. Mis primeras palabras al encontrarme con Clara cuando nos recibió fueron «El paraíso existe y tú vives en él«. Después de la experiencia gastronómica, me reafirmo: «El paraíso existe» y tú tienes que venir a experimentarlo.

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About Carlos M. Montero

Licenciado en Turismo por la Universidad de Granada. Máster Business Administration en Universidad Carlos III de Madrid. Máster Turismo Gastronómico en Basque Culinary Center. Docente para la Formación Profesional para el Empleo con LANBIDE. Profesional de sala y sumiller con certificado de profesionalidad, amante de los vinos de Jerez, forma parte de la Sociedad Gastronómica Urtoki, de la Asociación Española de Periodistas y Escritores del Vino, de la Asociación Andaluza del Vino, el Skal Club de Sevilla y de la Asociación Sevillana de Empresas Turísticas.

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